Por Germán Ríos*
La terapia familiar crítica es una
propuesta que busca el cambio psicoterapéutico apoyado en el cuestionamiento de
las estructuras sociales, donde se construye el síntoma. Está basada en nociones
de sociología y antropología y es aplicado en lo particular (el individuo) y la familia. A
continuación se presentan 6 presupuestos fundamentales para una terapia familia
crítica:
1. Postura de curiosidad y de experto. Tener en cuenta que como
terapeuta uno es experto en la teoría y la persona es experta en su vida. La
teoría te permite tener una visión del problema y posibles soluciones. Hay pautas que superan la teoría y hay que
procurar entenderlas. Por ejemplo hace
algunos años dominaba la familia formada por papá, mamá e hijos. Ahora hay
familias monoparentales donde han cambiado la forma como las mamás se apoyan de
los hombres para la crianza de sus hijos.
2. Tomar en cuenta el aspecto emocional. El amor nos une como
personas; es necesario ver al otro como
alguien legítimo. Tratar de entender el sentido de la conducta de las personas
y aceptarlas. También aquí se incluye el darle importancia a lo que siente la
gente no solo lo que dice. Por ejemplo hay conductas extrañas como el
aislamiento que no tienen mucho sentido
a primera vista. Conforme se ahonda en la descripción de la historia de
la persona se observa que es una forma de resolver la tensión que ha vivido en
su familia. Además puede que surja la
tristeza, hay que permitir a la persona que explique a que se refiere con esto, como actúa, que suele
pensar y hacer, qué opina de su vida, sus amigos, cuando se encuentra en este estado, etc.
3. No dar nada por sentado. Hay algunas creencias que se asumen
como “normales”. Por ejemplo la persona te dice que es importante tener una
licenciatura. Suele pasar que se confirma ese asunto como una demanda social y
no se pregunta cómo es que para esa persona es importante tener una
licenciatura.
4. La historia de un síntoma se construye en el aquí y en el ahora, por
lo tanto es susceptible de cambio a partir de su propio contexto. Se pueden
buscar relaciones que ayuden a contar de manera diferente los hechos, entender
desde una nueva perspectiva esos mismos hechos relacionados con el malestar
psicológico, entre otras opciones que apoyen reformulación de la identidad de la persona.
5. No todo vale. Aunque se acepte al otro, no significa que toda acción busca un bien en sí. En algunos casos este
amor será acompañado de límites aplicados
de manera inteligente. Por ejemplo un
adolescente que pelea constantemente con su mamá, podrá encontrar nuevas forma
de decir que no está de acuerdo y negociar sus permisos para salir. En lugar de
hacer gestos de descalificación, podrá
escucharla y atender su necesidad de conocer quienes lo acompañan.
6. Reflexionar sobre el quehacer como psicoterapeutas. Los ideales de
lo bueno y malo cambian. Al hacer altos
y cuestionar el qué y para qué, con relación a nuestro quehacer terapéutico
podemos encontrar algunas limitaciones
en estructuras que ya no procuran un
bien mayor. Por ejemplo hace algunos años lo importante era que la persona
entendiera lo que pasaba en su familia,
esto ha cambiado, ya que algunas veces será importante que
experimente una relación más positiva y luego podrá entender la persona lo que pasa en su familia.
Si
tomas en cuenta estos 6 puntos, contribuyes al cambio cualitativo de la persona
desde la crítica de su contexto cercano, relacionado con estructuras sociales.
Por ejemplo las mujeres que se sienten culpables por separarse de su esposo, pudieran cuestionar su creencia (social) de
que deben de durar toda la vida casadas. Al poner en duda, de manera
respetuosa y con una estructura teórica
sólida, sus creencias que ella ha normalizado, puedes generar un cambio modesto
que está relacionado con ideas rígidas que poco abonan al crecimiento de la
persona.
Fuente:
Medina, R. (2011). Cambios
modestos, grandes revoluciones. Guadalajara: Red Américas.
http://tzapopan.com/libros-e/CM.pdf
*Germán Ríos Morfín, es psicólogo y
terapeuta familiar, actualmente se desempeña como orientador educativo en el
Instituto de Ciencias, docente en la Universidad Marista de Guadalajara y
terapeuta clínico.