En
esta entrada se comparten algunas reflexiones en torno a la obra pictórica “Ambulatorios”
que forman parte del conversatorio entre el autor y el pintor Jorge Augusto
Torres titulado “la crisis por medio de arte”.
“Ambulatorios”
de Jorge Augusto, reflexiona sobre las diversas formas de entender la Condición
Humana y las partes invisibles que hay en ella, teniendo en cuenta el aparentar
la inexistencia de sucesos críticos que ponen a prueba al futuro y a nosotros
en él.
En
ocasiones, la habitación, que comúnmente es de cuatro paredes, a la que
llamamos consultorio, no es suficiente, no basta, son espacios como símbolo,
adaptados para el desenvolvimiento personal, que en ocasiones se ven bloqueados
para la liberación espiritual. El consultorio, en este caso, es el espacio
común de esta serie, que cuenta historias, las cuales tienen el propósito de
reflejar al espectador, encararlo, e incitar al arte como herramienta
visibilizadora de la crisis, y concebir a la obra como un espejo.
El consultorio en crisis o la crisis en el
consultorio
¿Por
qué un terapeuta debería meter su cuchara en la pintura o en el arte? por la
sencilla razón de que el arte alimenta su sensibilidad. Salvador Minuchin,
pionero de la terapia familiar, decía que un terapeuta después de aprender el
método debía obsequiar o abandonar en un rincón sus libros. Lo que necesita el terapeuta para ser
mejor no es más teoría, si no alimentar su sensibilidad porque ésta es lo que
le ayudará a conectarse mejor con sus pacientes. Por eso estoy escribiendo
ahora acerca de pintura para alimentar mi sensibilidad y para contribuir a que
otras personas puedan hacer lo mismo.
Cuando
me invitó Jorge a reflexionar sobre su exposición, creí que la obra giraba en
torno a los consultorios de tal manera que me pareció pertinente (tomando en
cuenta que pasó mucho tiempo de mi vida en este tipo de lugares) y decidí
partir de una definición: ¿qué es un consultorio? La Real Academia Española de
la lengua nos dice que un consultorio “es
un establecimiento particular fundado por un profesional de la salud (generalmente
especialista) para que las personas poco
pudientes acudan a él a consultar acerca de sus dolencias” (no porque las
personas pudientes no se enfermen, sino porque suponemos que cuentan con sus
médicos de cabecera que los visitan a domicilio)
El
consultorio no ha existido siempre. Los antiguos cuando caían enfermos
consultaban con el chamán y éste convocaba a la comunidad y en un espacio
público prescribía algún ritual para la sanación. En la antigua Grecia, se
tiraba a los enfermos al lado del río en el santuario de Asclepio y se las
hacia a soñar hasta lograr la curación.
El
psicoanálisis popularizó el consultorio moderno. Cuando pensamos en un
consultorio (sobre todo en uno psicológico) nos imaginamos un remedo del de Sigmund
Freud: un escritorio, algunos libros, una ventana amplia y el emblemático diván.
Del consultorio del padre de psicoanálisis podemos destacar dos cosas: 1) que
el diván no figuraba inicialmente en el método propuesto por el médico vienés,
sino que fue añadido a partir del regalo de una paciente agradecida al que
luego Freud le encontró peculiar uso; y 2) que no pertenecía a hospital o
clínica alguna, sino que se trataba de una sala contigua a su casa. Los
pacientes convivían con su familia y en ocasiones se colaba su perro chow chow que
fungía como su asistente.
Otro
famoso terapeuta que consultaba en su casa fue el norteamericano Milton H. Erickson
que usaba el método de la hipnosis. En la sala de su domicilio en Phoenix
mientras los pacientes entraban en trance, podían atravesarse sus hijos para
pasar de una habitación a otra.
Paul
Watzwick relata un caso atendido en una cafetería, Carl Withaker (terapeuta
sistémico) pedía a las familias rentar una cabaña alejada de la ciudad para
celebrar en ella las sesiones de terapia, Jodorowsky atendía a sus consultantes
en un dojo de karate, Adalberto Barreto (creador de la terapia comunitaria
integrativa) invita a recuperar lugares públicos, mientras la pandemia por Covid-19
traslada los espacios de terapia a las plataformas virtuales.
Todos
estos ejemplos contrastan con la definición inicial de la RAE. El consultorio
no es sólo un establecimiento de cuatro paredes. Consultorio es lo que habita esas cuatro paredes, el encuentro
entre el profesional y el consultante: un choque entre dos mundos que va
matizado por una o varias crisis. Las crisis que lleva al paciente a la
consulta o la crisis que ocurre en y por la consulta misma.
La
obra de Jorge “Ambulatorios” no trata como lo creía de esas cuatro paredes del
consultorio, trata de las crisis humanas por las que atraviesan las personas en
su encuentro con un profesional de la salud.
Las piezas
Lo
primero que me llamó la atención de los personajes de la obra fue la proporción
de las manos. En el dibujo de la figura humana, un test popular en la psicología
diagnóstica y clínica, manos grandes significan dificultad para vincularse. En
las piezas de Jorge vemos a seres en busca de ese vínculo, de ese afecto que
tratan de encontrar en la relación terapéutica.
Otro
elemento que aparece como una constante es la ventana. En el test de casa, otro
famoso instrumento proyectivo, las ventanas indican el modo en el vemos el
mundo. Los personajes de la obra de Jorge se advierten (por los grandes
portillos) con gran disposición a contactar con el exterior, con apertura y cierto
arrojo, pero también con un deseo de saltar por ella.
En
este sentido, recuerdo la anécdota de un colega médico que tuvo que cancelar la
ventana de su consultorio porque los niños que atendía (la gran mayoría con un
diagnóstico de TDAH) fracasaban en el intento por controlar el impulso de salir
por ella.
Pero
dejemos las interpretaciones proyectivas para el contexto clínico y
adentrémonos a la obra. A continuación,
brindaré algunas reflexiones breves acerca de cada una de las piezas de “Ambulatorios”.
La
pieza 001 nos presenta el momento en que un paciente recibe su diagnóstico. Lo
vemos fuera de sí, como en estado de shock, ardiendo en llamas. La psicología
nos enseña que las personas pasan por un proceso de asimilación cuando reciben
un diagnóstico. Este proceso va desde la etapa de las sospechas hasta la etapa
de asimilación y la consecuente elaboración del plan de acción para tratar la
enfermedad, pasando por etapas como el shock, la negación, la ira, la
negociación y la depresión (como puede verse todo un proceso de duelo
El
duelo es una necesidad en toda pérdida emocional. Las personas durante la fase
de aceptación logran reconocer a la discapacidad y la situación de dolor; por
ende, los pacientes y sus familias pasan etapas similares, llegando a aceptar
la realidad de la enfermedad.
Sin
embargo, este proceso puede complicarse. Indicadores de que los miembros de la
familia no han elaborado correctamente el duelo, pueden ser: excesivo apego,
sobreprotección, trato negligente o de abandono, pobre o nula participación en
el proceso de rehabilitación del paciente, desanimo frente a sí misma, actitud
sacrificada, sobre-exigencia, actitudes de huida, actitud desafiante, agresiva
y de desautorización respecto al profesional o equipo, altos niveles de
ansiedad, cuadros de depresión crónica, etc.
En
el método clínico, el diagnóstico es uno de los elementos fundamentales de la
consulta. Si se realiza con éxito puede liberar al paciente de su padecimiento
(le permite entender lo que le ocurre, ostentar una postura frente al problema,
identificar recursos y generar un plan de acción) Si hay errores en su elaboración
y presentación, se convierte en una cárcel para los pacientes de la cual
resulta difícil salir (el diagnóstico se convierte en una etiqueta, forma parte
de su identidad y el paciente responde a las expectativas que genera el entorno
con respecto a este problema).
La
pieza 002 presenta la ansiedad que produce pensar que la terapia dará luz a
algo de nosotros mismos que no queremos ver. Esa angustia inicial puede derivar
a una auténtica y persistente evitación a los espacios terapéuticos que
dificultan la atención oportuna. Confirman
esto algunas investigaciones acerca del número de sesiones de primera vez que
no se llevarán a cabo.
Pero,
¿de dónde viene esa angustia o ansiedad? Consideremos por un momento que se
trata de una herencia de la religión católica. El consultorio se parece al
confesionario y por tanto el paciente tiene que contar todos sus “pecados” al
terapeuta que juzgará si irá o no a los infiernos de la locura.
Erikcson
(el hipnoterapeuta que atendía en la sala de su casa) relata el caso de una
paciente que evitaba entrar al consultorio:
“Una
paciente me dijo- soy una persona muy
neurótica pero no puedo hablar ni con usted ni con nadie. Lo conozco a través
de algunos amigos que son pacientes suyos y no he podido reunir el coraje
suficiente como para contarle mi problema. pues bien ¿quieres ser mi terapeuta?
- sí
-contesté puedo hacerlo de todos modos
-Bien
–continuó ella- la forma en que voy a proceder es la siguiente: alrededor de
las 11 de la noche me subiré a mi automóvil, vendré hasta aquí y lo estacionaré
delante de su casa, imaginando que usted está conmigo dentro del auto
entonces reflexionaré sobre mi problema.
No
sé cuántas veces más pasó la noche frente a mi casa hasta las 4:00 de la
madrugada reflexionando en su problema; lo cierto es que resolvió y solo me
pagó las dos primeras sesiones. Después me dijo -ya superé mi problema ahora si
usted así lo desea puedo colaborar con usted en algún trabajo experimental.
Esta
autoterapia sólo fue posible porque Erickson comprendía muy bien que los
pacientes cuentan con recursos para resolver sus propios problemas. Esta idea
también la entendía Jay Haley, un terapeuta familiar que advierte que en
centros de atención en donde la lista de espera es larga muchos pacientes mejoran
antes de comenzar la terapia.
Los
enfoques posmodernos de terapia han desarrollado prácticas capaces de reducir
esa ansiedad inicial de los pacientes. Por ejemplo, cambiando el foco de la
patología y de las cosas que están mal en la persona al foco de los lados
fuertes y recursos personales de los consultantes.
En
la pieza 003 el consultorio se convierte, para el personaje, en un lugar en
donde atravesar por una crisis. El
paciente, al recibir un diagnóstico de enfermedad renal, decide cambiar por completo
su vida (hábitos más saludables y cambio de domicilio a una playa libre de
estrés). La crisis adquiere un doble significado: representa peligro pero
también representa oportunidad y proceso de reconstrucción. El diagnóstico produjo
un quiebre narrativo, el cual hizo añicos la perspectiva de su realidad. El
paciente recogió los pedazos de su mundo y construyó con ellos una nueva
realidad, mejor, más saludable, más bella.
En la
pieza 004 al igual que en la 001 podemos apreciar una escena que forma parte
del proceso de asimilación de la enfermedad terminal. La paciente, después de
realizar su duelo, pudo asimilar su diagnóstico y fue capaz de “poner a la
enfermedad en su lugar”. Esto le ayudó a tomar decisiones y dar espacio a lo
que realmente era importante en su vida (su hijo y su demás familia) .
Por
otro lado, la manera en que las pacientes responden a la comunicación de un
diagnóstico está relacionada de forma importante con la manera en la que el
profesional da la noticia. A partir de esta evidencia se han elaborado varias
propuestas de protocolos para dar malas noticias. Uno de ellos es el de Bukman (1992)
que propone 5 pasos:
1) Preparar la entrevista
2) Identificar la
percepción del paciente y su familia
3) Dar conocimiento e información
4) Invitar a externar las dudas y
5) La importancia de la
empatía
La
pieza 005 trata del proceso de cambio. El personaje pasó por el susto de su
vida: después de haber sido diagnosticado con cáncer, en la consulta
subsecuente la enfermedad remite misteriosamente. Al salir librado de ese diagnóstico
terrible, nuestro personaje, promete cambiar y vivir la vida al máximo. La
pregunta que surge es ¿Cómo puede ser posible que un susto pueda activar de
forma más efectiva un cambio que en muchas horas de terapia? Esta misma
pregunta se la hicieron Prochaska y Diclemente, dos investigadores que explican
que el cambio no se da de la noche a la mañana, sino que se cocina pasando por
diferentes etapas de un proceso que conceptualizan mediante una “rueda de
cambio” que va de la fase de ignorancia a la fase de consolidación del cambio.
El
profesional de salud con conocimiento de este proceso puede ajustar sus
intervenciones a la etapa en donde se encuentra el consultante y activar
palancas de cambio en momentos claves El ejemplo clásico que ilustra esta
teoría del cambio es el del señor alcohólico que tuvo un accidente automovilístico
del que su hijo permaneció al borde de la muerte. Cuando éste se salva y el
señor promete dejar de tomar y lo consigue.
En
la pieza 006, el pintor, amplía la perspectiva para poder ver a la familia del
paciente. En esta pieza se representa lo que Cloe Madanes, pionera de la terapia
estratégica, llamaba incongruencia
jerárquica: el síntoma (en este caso la depresión) le otorga poder al
paciente frente a los demás miembros de la familia que se perciben incapaces de
ayudarle. El problema deja de ser el síntoma y se convierte en el juego
relacional a partir del síntoma.
Ampliar la visión del individuo al sistema
tiene paralelismo con un momento histórico de la psicoterapia en donde la cibernética y la teoría general de sistemas produjeron
cambios en el ser y hacer del terapeuta y por consecuencia en el consultorio: de ser un establecimiento muy
parecido al consultorio médico se convirtió en un lugar que semejaba la sala
del hogar de una familia. Además, se comenzó a usar la Cámara de Gesell que
consiste en dos espacios separados por un espejo unidireccional. En uno está el
terapeuta y la familia (sala de entrevista) y en el otro (sala de observación)
se encuentra el equipo terapéutico. En un determinado momento, el terapeuta se
reúne con el equipo y regresa con un mensaje para la familia. Tenemos ahora una
visión poliocular y un conjunto de voces al servicio de os consultantes.
La
pieza 007 nos recuerda que hoy en día todavía existen bastantes mitos
relacionados con el profesional y los espacios de terapia. Estos mitos llegan a
representar verdaderos obstáculos para el acceso a los servicios de salud y
hacen que la atención no llegue a tiempo. El machismo, por ejemplo, y su
cultura de “los hombres no lloran”, “no se quejan”, “lo pueden todo”, “no piden
ayuda”, etc. termina por, no sólo rechazar, sino infravalorar los espacios
terapéuticos. Como profesionales tenemos mucho trabajo que hacer para ayudar a desmitificar
y revalorizar estos espacios de terapia.
Por
último, la pieza “favor de guardar silencio” ilustra lo paradójico que pueden llegar
a ser algunos elementos del consultorio. Se trata de una pieza interactiva que
consiste en una silla de frente a un espejo que es enmarcado por un gran
letrero con la leyenda “favor de guardar silencio”. Si partimos del
conocimiento de que la mayoría de las enfermedades son de carácter
psicosomático, es decir están relacionadas con la dificultad para expresar las
emociones, la petición de quedarse callado resulta peligrosa por perjudicial. Debería
de cambiarse por una que diga “favor de romper el silencio”
Algunos
consultorios son lugares en donde se interviene la crisis, en donde se intenta
sacar al paciente rápidamente de la crisis. Estoy seguro de que en muchos casos
es mejor que el paciente vaya a un consultorio en dónde le provoquen la crisis
que le ayude a crecer.
*
Nacido en Guadalajara, Jalisco en 1990,
perteneciente a un seno familiar de artistas. Jorge Augusto Torres es un pintor
y dibujante interesado en la pintura des figurativa, ha exhibido su obra en
recintos como el exconvento del Carmen y en otros estados de la República como
CDMX. Además de dos individuales como “Vaga la piedad” (GDL. 2018) y “Miradas a
través de la carne” (GDL. 2019)
Appignanesi, R (1994) Freud
para principiantes. Errepar. Buenos Aires.
Buckman
R. (1992) How to break bad news: a guide for healthcare professionals.
Baltimore: Johns Hopkins University Press.
Hoffman, L (2022) Fundamentos
de la terapia familiar. FCC. Ciudad de México
Jodorowsky, Alejandro. (2006)
El maestro y las magas. De bosillo.
Kbler-Ross, E (2019) Sobre la muerte y los moribundos. B de bolsillo. Barcelona
Minuchin,S. & Fishman, H.
C. (1984). Técnicas de terapia familiar. Barcelona: Paidós.
Navarro, J. (2004) Enfermedad
y familia. Paidós. Barcelona
Onnis, Luigi (1997) La palabra
del cuerpo. Herder. Barcelona
Prochaska, J. y Diclemente, C.
(1982). Transtheoretical therapy: Toward a more integrative model of change.
Psychotherapy:
Theory, Research & Practice, Vol 19(3), págs. 276-288
Rosen, Sidney (1991) Mi voz
irá contigo. Paidós. Barcelona.
Whitaker, C (1992)
Meditaciones nocturnas de un terapeuta familiar. Paidós. Barcelona