De Bateson se recuerda, entre otras muchas cosas, su “olfato notable” para
distinguir rápidamente lo tonto de lo brillante. Se dice de él, que era capaz de poner al descubierto
y enlazar entre sí una amplia variedad de ideas y observaciones, que pueden
servir de fundamento para una ciencia humana diversa.
Bradford Keeney (1991) advierte que comprender a Gregory Bateson exige
comprender la cibernética (la ciencia general de la pauta y la organización) y
que esta tarea es con frecuencia difícil porque requiere de las personas la
voluntad de ingresar en un mundo de descripción radicalmente distinto de lo
habitual.
Esta empresa Batesoniana de buscar la conexión
entre todos los sistemas vivos no es banal: surge de un deseo genuino por
conciliar el pensamiento humano con la forma en que funciona la naturaleza. Deseo
que cultivó y procuró hasta el día de su muerte.
Nora Bateson escribe y dirige “An ecology of mind”, un documental sobre
la vida de su padre, la relación que tenía con él, la forma en que funcionaba
su pensamiento y su muy original manera de mirar el mundo. En el film, Nora es
llevada de la mano de su padre hacía al mayor de sus legados: la enseñanza de
que el aprendizaje no termina nunca.
Fuente:
Keeney, Bradford (1991)
Estética del cambio. Paidós. Barcelona.
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