REFLEXIONES SOBRE LA RELACIÓN ENTRE SOCIEDAD,
FAMILIA E INDIVIDUO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA COMUNIDAD
por Germán Ríos
Morfín*
En
este escrito, enfocado en la reflexión del quehacer del psicoterapeuta, el
autor sigue un proceso clínico a partir de la depresión y desde diferentes dimensiones
del ser humano, como son la individual, la familiar y la social. También propone
algunas ideas con respecto a cómo un proceso relacional, que logra la salud
mental, puede ayudar a la construcción de la comunidad al encontrar nuevas
formas de convivir en casa.
LA
VISIÓN RELACIONAL
El
profesional, frente a una queja en salud mental, pudiera definir un diagnóstico
o elaborar una hipótesis, no solo sólo desde el modelo médico psiquiátrico, sino planteada
desde diferentes enfoques de la psicoterapia como el psicoanálisis, la terapia
familiar, terapia centrada en soluciones, terapia cognitivo – conductual entre
otros tantos (González 2009; Linares y Campo 2000).
Desde
la noción relacional, brindada por un enfoque familiar, una depresión es un
problema que no solo se explica como una anomalía biológica (entre las
características que pudieran definir la narrativa de un depresivo es común encontrar a nivel cognitivo pensamientos de desesperanza, injusticia, fracaso; en lo emocional tristeza y
culpa; en el actuar pereza, desmotivación, hipersociabilidad; y en su identidad, basada en la carencia, la percepción de ser descalificado, infravalorado y exigido) sino como
un fenómeno ligado a los puntos negros o
conflictos en las relaciones significativas (Linares y Campo 2000).
Para definir
los factores predisponentes de la depresión, Linares y Campo se basan en el análisis de la
parentalidad y la conyugalidad[1]. A partir del análisis de estos dos conceptos logran identificar
diferentes causas como son la desatención o sobreexigencia en las expectativas que se tienen de la persona;
probablemente una relación complementaria rígida en el caso de la pareja, donde
uno de los integrantes de la familia tiene el “control” de la relación y la
otra parte solo actúa de manera sumisa o una dinámica que necesita de la
“depresión” para mantener las relaciones en casa sin poder hablar directamente
de las necesidades de cada uno.
Además
de las descalificaciones o la falta de reconocimiento en la familia, en los
estados depresivos, se reproducen valores, formas de actuar y ver el mundo. Por
ejemplo, la forma como la persona, ya sea en pareja o en la familia, vive la
distribución del poder y las demandas sociales respecto a los roles que se
establecen. Pudiera ser que el machismo afecte directamente las
creencias de cómo deben pensar y sentir los hombres, las mujeres y lo que se espera
de los hijos, lo que sostiene la complementariedad en la pareja o la
imposibilidad de hablar de las necesidades de los integrantes de la familia.
LA
VISIÓN SOCIAL
Ampliando
la visión, podemos integrar otro factor que influye en las dinámicas familiares
de manera indirecta: las creencias o modos de actuar que se programan en redes
y desde ahí se generan elecciones o preferencias. Manuel Castells (2011) menciona que cuando las
personas deciden por uno u otro partido político, sus emociones y formación,
inclinan la balanza sin haber una reflexión profunda, con lo que es probable que nuestras
decisiones sigan patrones sociales que no están en contacto con
las necesidades de afecto o desarrollo de nuestras capacidades (Laso 2014). En
la depresión, las personas pudieran significar algunos patrones que responden a
ciertas demandas del lugar en donde viven y que mantienen el conflicto en casa.
Por ejemplo, si se hace referencia a una actitud autoritaria en el contexto
político como una forma de relacionarse, esto puede hacer poco flexible al
sistema para escuchar el estado emocional de la persona deprimida.
Entonces,
para lograr cambiar las dinámicas que sostienen al síntoma, además de hablar de
los conflictos entre los integrantes de la familia y de la persona consigo
misma, será importante reflexionar sobre los hábitos o acciones comunes y
sociales que fortalecen posturas de los integrantes. Las técnicas como la
reestructuración, la silla vacía, o ampliar las excepciones, además de cuidar
los principios de eficacia y ética, pueden ir de la mano con técnicas como las
preguntas estúpidas[2]
propuestas por Raúl Medina (2011) y que plantean este contacto entre lo familiar y
lo social.
Esto
último nos permite entender mejor el problema, inclusive la familia puede notar
como hay deberes que no solo son asuntos del vecino o condiciones únicas, sino
que son similares por la cultura. La depresión, que es un fenómeno que se
atiende desde lo psiquiátrico puede tener relevancia desde las creencias culturales
del machismo o el consumismo; en el primero los roles son rígidos y llevan a la
violencia, en el segundo hay expectativas altas que menosprecian las
condiciones humanas. Ambas prácticas pueden ser generadoras de problemas de
salud mental.
IMPLICACIONES
EN LA PSICOTERAPIA
Como
psicoterapeutas podemos ser asistentes en la construcción de identidades
individuales y familiares que además de modificarse a sí mismas frente a los
diagnósticos de salud mental, cuestionen los deberes sociales o culturales, los
adapten o modifiquen a sus necesidades de afecto o desarrollo de sus
capacidades, y en la misma sintonía se relacionen con su comunidad favoreciendo
armonía.
Desde
una perspectiva relacional, si la persona entiende de mejor manera sus
relaciones se sentirá más motivada a desarrollar sus gustos, y acompañar a sus
seres queridos en esta nueva actitud, sin victimizarse y sin culpar a los
otros. Si se mantiene el síntoma, éste puede ser parte de la incomodidad de la
familia y la convivencia llegar a ser una fuente de malestar que se reproduce en otros
campos de los integrantes (escuela, familia, trabajo, etc.)
PSICOTERAPIA
Y COMUNIDAD
Entender
el contexto social y reflexionar sobre la vinculación de los padres, hijos,
hermanos y familia en general, es una forma de favorecer la salud mental en la
comunidad. Se establecen mejores prácticas para llegar a acuerdos con los cercanos,
relativizar las normas y adecuarlas a sus necesidades, en un camino de
construcción constante. También pueden obtener de otras personas el afecto y
reconocimiento que necesitan o encontrar nuevos espacios para desarrollar sus
habilidades y competencias, como el deporte, nuevas oportunidades laborales,
profesionales u otras posibilidades que sean pertinentes.
*
Germán Ríos Morfín, es psicólogo y terapeuta familiar, actualmente se desempeña
como coordinador académico en el bachillerato Pedro Arrupe, docente en la
Universidad Marista de Guadalajara y terapeuta clínico. Para conocer más su
trabajo: Supervisión de la práctica en psicoterapia
REFERENCIAS:
Castells, M (2012), “Comunicación y Poder”, México: Siglo
XXI
González,
L. A. (2009), Formulaciones clínicas en
psicoterapia, recuperado de http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-48082009000100009
Linares J y Campo C (2000), “Tras la honorable fachada”, Barcelona: Paidós.
Laso,
E (2014) El trabajo con emociones en
terapia familiar: teoría y aplicaciones México: Revista Redes.
Medina,
R (2011), “Cambios modestos, grandes
revoluciones. Terapia Familiar Critica”, México: Red Américas.
[1] La parentalidad se refiere a las
funciones que cumplen los padres de reconoces y aceptar sus hijos, así como
enseñarles normas para que puedan convivir en sociedad. Y “las funciones conyugales se basan en una oferta
relacional que al reconocimiento, valoración y cariño, añade el deseo” (Linares
y Campo 2000).
[2] Está es una técnica donde el terapeuta
observa algunas acciones usuales de la familia y pregunta por el sentido de las
mismas como si fueran algo extraño. Por ejemplo, el hecho de que el hombre tenga
que pagar las cuentas cuando salen o si la mujer debe de recibir a su marido
con la cena preparada. Se cuestionan estos hechos obvios hasta llegar a la
creencia que sostiene la conducta. Puede ser ¿Cómo es que cada que llega su
marido hay que tener la comida hecha? Y siguiendo preguntas del mismo estilo,
puede surgir la idea de que ser mujer es
atender a su marido.
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