lunes, 5 de octubre de 2020

Herramientas sistémicas ante el COVID-19


 

Herramientas sistémicas ante el COVID-19

 

Por Germán Ríos Morfín*

 

Han pasado varios meses desde que dio inicio la crisis por COVID 19. La información surge y se da en una gran cantidad respecto a esta contingencia sanitaria. Constantemente se dan cifras sobre la cantidad de enfermos, fallecidos o personas recuperadas y de impresiones o predicciones a futuro. También se ofrecen diferentes métodos y posturas frente a la enfermedad. Hay información oficial y al mismo tiempo posturas que cuestionan las cifras y los modos de hacer frente a la crisis sanitaria, dejando la atención de la salud en segundo plano y al frente un choque político.

 

La propuesta para “resolver” la situación genera enfrentamiento de ideologías, hábitos y formas de ver la vida en situaciones que normalmente pasarían desapercibidas. En la sociedad se activan “alarmas” por el uso del servicio de transporte público por médicos o enfermeras. En las familias hay diferencias por los cuidados que debe de haber y las formas como se debe de entender el suceso. Un ejemplo de esto último lo representa el uso de métodos alternativos y los protocolos de médicos alópatas, que ayudan a mejorar la salud. Algunos integrantes de las familias procuran los primeros y otros tantos niegan tales efectos y solo validan los segundos, sin poder llegar a una noción de cuidado compartido entre ambas “ideas”.

 

Por otro lado, varios argumentan a favor de condiciones económicas con ciertos criterios, fundamentan sus opiniones y se generan discusiones donde no hay un área o punto a dialogar, se generan un sinfín de invalidaciones o actos de ignorancia reciproca que poco favorecen al sentido crítico.

 

En este escenario la terapia familiar nos puede dar algunos puntos para tener nuevas perspectivas respecto al modo de abordar el tema. Hay que generar actitudes que dejen de lado las diferencias en los modos de pensar y nos puedan acercar más como personas en un mundo complejo. Obviamente la reflexión ética acompaña este proceso, lo que se cuestiona son los medios para lograr alcanzar puntos en común o las formas mediante las cuales se pretende convencer de cierta postura.

 

1.            Dentro de los procesos de salud mental, ante los síntomas y conflictos, uno de los recursos recomendados es el de favorecer la metacomunicación (Ceberio 2006)[1]. A grandes rasgos, esta acción se refiere a la posibilidad de vernos a nosotros mismos en la acción más allá de solo definir posturas. Se supondría que al estar interactuando no solo deberíamos de cuidar tener el mejor argumento sino entender toda la dinámica en la cual estamos participando. Por ejemplo, no solo explicar de otra manera tu forma de cocinar caldo de pollo sino también hablar de que estás en una dinámica de compartir una receta y que la otra persona es la primera vez que lo intenta y por lo tanto genera dudas constantemente. En el caso de la contingencia no solo sería decir porque es importante para ti usar cubrebocas sino también hablar de la experiencia de sentirte escuchado u obligado a hacer algo que no te parece o no estabas acostumbrado.

 

2.            Otra acción a realizar es integrar el “sentido del síntoma”, el cual se entiende como la lógica coherente de los malestares como un medio para atender las necesidades de las personas. Cuando se encuentra o se explica esta lógica en consulta, se abre una posibilidad de hacer un cambio donde antes solo se vivía la experiencia como si fuera “normal”. Para llevar a cabo esta propuesta, lo ideal es favorecer el diálogo de manera constructiva donde no solo se hable de argumentos, sino que también las personas procuren la aceptación y reconocimiento del otro, de su idea, al margen del conflicto ideológico, y también que sus posturas no señalen alguna falta de capacidad o de sentido crítico, sino que se procure entender su pensamiento (Laso 2014)[2]. Por ejemplo, si la persona cuestiona la cantidad de fallecidos que se muestran al día y otra persona está en desacuerdo, habrá que evitar los ademanes de ignorante o de falto de crítica. Sería mejor en ese momento tratar de entender el contexto de la otra persona que está hablando y asumir el propio, dar el beneficio de la duda de la información que tiene, probablemente pensar en el estado emocional del otro o en el propio estado emocional (se puede vivir angustia y ansiedad por las consecuencias que se mencionan ante el peligro o riesgo de muerte).

 

3.            Además, sabemos que los contextos globales influyen en nuestro comportamiento (Medina 2011[3]), que nuestras familias construyen mitos o creencias y que nuestra experiencia individual forma parte de esto.  Es importante tomar consciencia de estas dinámicas que nos afectan y construir nuevos procesos como elementos dentro de un sistema mayor con una experiencia única;  hacer consciencia de nuestras fuentes de información y nuestra postura ante la realidad. Hay que plantear de la mejor manera nuestras ideas, sentimientos y emociones, frente a la ambigüedad que puede presentar el problema en nuestras relaciones cercanas, con una actitud “niveladora”[4] (Satir 1976), o en otras palabras poder expresarnos con una autoestima constructiva o un autoconcepto sólido para lograr un espacio de diálogo, no descalificador, intrusivo o sumiso. Se podrá hablar del miedo al contagio y lo que habrá que cuidar es que al estar con alguien que disiente no tomarlo como un asunto personal, sino centrarse en lo complejo que puede ser el tema. Es una buena herramienta reflexionar si estas discusiones despiertan heridas del pasado y por lo tanto lo que se expresa poco tiene que ver con el contagio sino con esquemas como: “es que ella siempre quiere tener la razón” o “no se puede hablar contigo, siempre has de llevar la contra”

 

En conclusión, la propuesta a tomar en cuenta al reflexionar respecto al escenario del COVID 19 en México, sería pensar en cómo estamos en esta dinámica social y política de la pandemia, atender nuestras reacciones emocionales, asumir la confusión, ambigüedad o miedo, así como la alegría y los buenos momentos al margen de esta situación. Implica vernos en la dinámica ante diversos escenarios, tomar postura desde nuestra experiencia y negociar o actualizar las relaciones en casa, amigos u otras personas con las que convivimos comúnmente. La madurez y la humildad son actitudes que me parecen fundamentales, así como el valor y la paciencia para sostener aquellos juicios de verdad con los que nos encontramos.

 

Así, la pandemia como un factor social incierto con mucha información, se puede traducir en una práctica relacionada con un proceso personal auténtico que relativiza las ideologías y permite la apropiación de los procesos personales, con la posibilidad de actualizar las relaciones y asumir que no somos seres aislados, sino influidos por el contexto social, político, económico y familiar.





 * Germán Ríos Morfín, es psicólogo y terapeuta familiar, actualmente se desempeña como coordinador académico en el bachillerato Pedro Arrupe, docente en la Universidad Marista de Guadalajara y terapeuta clínico. Para conocer más su trabajo: Supervisión de la práctica en psicoterapia


REFERENCIAS.

 

Ceberio, M (2006), “La buena comunicación”, Buenos Aires, Paidos

Laso, E (2014) El trabajo con emociones en terapia familiar: teoría y aplicaciones México: Revista Redes.

Medina, R (2011), “Cambios modestos, grandes revoluciones. Terapia Familiar Critica”, México: Red Américas.

Satir, V (1976), “Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar”,  México, Pax



[1] En “La buena comunicación” Marcelo Ceberio (2006), se da a la tarea de explicar el modelo de comunicación de Palo Alto y luego pone algunos puntos prácticos a reflexionar sobre el mismo tema.

[2] La propuesta teórica que hace Esteban Laso (2014) implica una forma de asumir a las emociones como un factor clave para atender los síntomas psicológicos en las personas. La aplicación para este trabajo deja de lado la discusión sobre esta forma de dar terapia y procura incluir una parte de sus ideas en un contexto no clínico.

[3] Raúl Medina (2011) en su libro “Cambios modestos, grandes revoluciones” plantea como el contexto global influye en las relaciones familiares y la importancia del mismo para la construcción de soluciones y entendimiento del problema.

[4] Virginia Satir (1976) elabora una serie de propuestas para llevar relaciones más afectivas y saludables en la familia. Le apuesta a tener una comunicación centrada en la experiencia donde se pueda hablar del conflicto o las expectativas y evitar actitudes rígidas, agresivas, distantes o evasivas, que generen sufrimiento en las personas.

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