Herramientas
sistémicas ante el COVID-19
Por Germán Ríos Morfín*
Han pasado varios meses desde
que dio inicio la crisis por COVID 19. La información surge y se da en una gran
cantidad respecto a esta contingencia sanitaria. Constantemente se dan cifras
sobre la cantidad de enfermos, fallecidos o personas recuperadas y de
impresiones o predicciones a futuro. También se ofrecen diferentes métodos y
posturas frente a la enfermedad. Hay información oficial y al mismo tiempo
posturas que cuestionan las cifras y los modos de hacer frente a la crisis
sanitaria, dejando la atención de la salud en segundo plano y al frente un
choque político.
La propuesta para “resolver”
la situación genera enfrentamiento de ideologías, hábitos y formas de ver la
vida en situaciones que normalmente pasarían desapercibidas. En la sociedad se
activan “alarmas” por el uso del servicio de transporte público por médicos o
enfermeras. En las familias hay diferencias por los cuidados que debe de haber
y las formas como se debe de entender el suceso. Un ejemplo de esto último lo
representa el uso de métodos alternativos y los protocolos de médicos alópatas,
que ayudan a mejorar la salud. Algunos integrantes de las familias procuran los
primeros y otros tantos niegan tales efectos y solo validan los segundos, sin
poder llegar a una noción de cuidado compartido entre ambas “ideas”.
Por otro lado, varios
argumentan a favor de condiciones económicas con ciertos criterios, fundamentan
sus opiniones y se generan discusiones donde no hay un área o punto a dialogar,
se generan un sinfín de invalidaciones o actos de ignorancia reciproca que poco
favorecen al sentido crítico.
En este escenario la terapia
familiar nos puede dar algunos puntos para tener nuevas perspectivas respecto
al modo de abordar el tema. Hay que generar actitudes que dejen de lado las
diferencias en los modos de pensar y nos puedan acercar más como personas en un
mundo complejo. Obviamente la reflexión ética acompaña este proceso, lo que se
cuestiona son los medios para lograr alcanzar puntos en común o las formas
mediante las cuales se pretende convencer de cierta postura.
1.
Dentro de los procesos de salud mental, ante
los síntomas y conflictos, uno de los recursos recomendados es el de favorecer
la metacomunicación (Ceberio 2006)[1]. A grandes rasgos, esta
acción se refiere a la posibilidad de vernos a nosotros mismos en la acción más
allá de solo definir posturas. Se supondría que al estar interactuando no solo
deberíamos de cuidar tener el mejor argumento sino entender toda la dinámica en
la cual estamos participando. Por ejemplo, no solo explicar de otra manera tu
forma de cocinar caldo de pollo sino también hablar de que estás en una
dinámica de compartir una receta y que la otra persona es la primera vez que lo
intenta y por lo tanto genera dudas constantemente. En el caso de la
contingencia no solo sería decir porque es importante para ti usar cubrebocas
sino también hablar de la experiencia de sentirte escuchado u obligado a hacer
algo que no te parece o no estabas acostumbrado.
2.
Otra acción a realizar es integrar el “sentido del
síntoma”, el cual se entiende como la lógica coherente de los malestares como
un medio para atender las necesidades de las personas. Cuando se encuentra o se
explica esta lógica en consulta, se abre una posibilidad de hacer un cambio
donde antes solo se vivía la experiencia como si fuera “normal”. Para llevar a
cabo esta propuesta, lo ideal es favorecer el diálogo de manera constructiva
donde no solo se hable de argumentos, sino que también las personas procuren la
aceptación y reconocimiento del otro, de su idea, al margen del conflicto
ideológico, y también que sus posturas no señalen alguna falta de capacidad o
de sentido crítico, sino que se procure entender su pensamiento (Laso 2014)[2]. Por ejemplo, si la
persona cuestiona la cantidad de fallecidos que se muestran al día y otra
persona está en desacuerdo, habrá que evitar los ademanes de ignorante o de
falto de crítica. Sería mejor en ese momento tratar de entender el contexto de la
otra persona que está hablando y asumir el propio, dar el beneficio de la duda
de la información que tiene, probablemente pensar en el estado emocional del
otro o en el propio estado emocional (se puede vivir angustia y ansiedad por
las consecuencias que se mencionan ante el peligro o riesgo de muerte).
3.
Además, sabemos que los contextos globales
influyen en nuestro comportamiento (Medina 2011[3]), que nuestras familias
construyen mitos o creencias y que nuestra experiencia individual forma parte de
esto. Es importante tomar consciencia de
estas dinámicas que nos afectan y construir nuevos procesos como elementos
dentro de un sistema mayor con una experiencia única; hacer consciencia de nuestras fuentes de
información y nuestra postura ante la realidad. Hay que plantear de la mejor
manera nuestras ideas, sentimientos y emociones, frente a la ambigüedad que
puede presentar el problema en nuestras relaciones cercanas, con una actitud
“niveladora”[4]
(Satir 1976), o en otras palabras poder expresarnos con una autoestima constructiva
o un autoconcepto sólido para lograr un espacio de diálogo, no descalificador,
intrusivo o sumiso. Se podrá hablar del miedo al contagio y lo que habrá que
cuidar es que al estar con alguien que disiente no tomarlo como un asunto
personal, sino centrarse en lo complejo que puede ser el tema. Es una buena
herramienta reflexionar si estas discusiones despiertan heridas del pasado y
por lo tanto lo que se expresa poco tiene que ver con el contagio sino con esquemas
como: “es que ella siempre quiere tener la razón” o “no se puede hablar
contigo, siempre has de llevar la contra”
En conclusión, la propuesta a tomar
en cuenta al reflexionar respecto al escenario del COVID 19 en México, sería
pensar en cómo estamos en esta dinámica social y política de la pandemia,
atender nuestras reacciones emocionales, asumir la confusión, ambigüedad o
miedo, así como la alegría y los buenos momentos al margen de esta situación.
Implica vernos en la dinámica ante diversos escenarios, tomar postura desde
nuestra experiencia y negociar o actualizar las relaciones en casa, amigos u
otras personas con las que convivimos comúnmente. La madurez y la humildad son
actitudes que me parecen fundamentales, así como el valor y la paciencia para
sostener aquellos juicios de verdad con los que nos encontramos.
Así, la pandemia como un
factor social incierto con mucha información, se puede traducir en una práctica
relacionada con un proceso personal auténtico que relativiza las ideologías y
permite la apropiación de los procesos personales, con la posibilidad de
actualizar las relaciones y asumir que no somos seres aislados, sino influidos
por el contexto social, político, económico y familiar.
REFERENCIAS.
Ceberio,
M (2006), “La buena comunicación”,
Buenos Aires, Paidos
Laso,
E (2014) El trabajo con emociones en
terapia familiar: teoría y aplicaciones México: Revista Redes.
Medina,
R (2011), “Cambios modestos, grandes
revoluciones. Terapia Familiar Critica”, México: Red Américas.
Satir,
V (1976), “Nuevas relaciones humanas en
el núcleo familiar”, México, Pax
[1]
En “La buena comunicación” Marcelo
Ceberio (2006), se da a la tarea de explicar el modelo de comunicación de Palo
Alto y luego pone algunos puntos prácticos a reflexionar sobre el mismo tema.
[2]
La propuesta teórica que hace
Esteban Laso (2014) implica una forma de asumir a las emociones como un factor
clave para atender los síntomas psicológicos en las personas. La aplicación
para este trabajo deja de lado la discusión sobre esta forma de dar terapia y
procura incluir una parte de sus ideas en un contexto no clínico.
[3] Raúl Medina (2011) en su libro “Cambios
modestos, grandes revoluciones” plantea como el contexto global influye en las
relaciones familiares y la importancia del mismo para la construcción de
soluciones y entendimiento del problema.
[4] Virginia Satir (1976) elabora una serie
de propuestas para llevar relaciones más afectivas y saludables en la familia.
Le apuesta a tener una comunicación centrada en la experiencia donde se pueda
hablar del conflicto o las expectativas y evitar actitudes rígidas, agresivas,
distantes o evasivas, que generen sufrimiento en las personas.
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