A
propósito de la conmemoración del día mundial de la salud mental (10 de
Octubre) que invita a reflexionar sobre los conceptos de enfermedad y
salud mental, en el presente escrito se intenta describir cómo se concibe lo
“normal” y lo “patológico” en el modelo de terapia breve sistémica. Primero se
define la visión constructivista que sirve de marco epistemológico, para
después presentar los conceptos de normalidad y patología según la óptica
constructivista.
PERSPECTIVA CONSTRUCTIVISTA.
“La manera más
peligrosa de engañarse a sí mismo es creer
que existe una sola
realidad” Watzlawick, P.
El
constructivismo es una de las perspectivas epistemológicas que más ha influido
en los modelos de terapia breve sistémica. Sostiene que no es posible descubrir
el conocimiento, sino que este se construye por medio de la comunicación
(consenso) entre los seres humanos mediante un fenómeno denominado profecía
que se autodetermina que consiste en “una suposición o previsión que,
como resultado de haberla supuesto, causa la verificación del evento”
En
este sentido, no existe una verdad absoluta, solo aproximaciones y lo que es
real para unos, puede que no lo sea para otros.
LO NORMAL Y LO
PATOLÓGICO.
Desde
una visión tradicional, influenciada en gran medida por el modelo médico, el
objetivo del psicólogo clínico es volver a la normalidad lo patológico. Para
llevar a cabo tal empresa, se han adoptado diferentes acepciones de lo “normal”
y lo “patológico” a través de la historia de la práctica clínica: desde la neurosis
del psicoanálisis hasta el trastorno mental de los sistemas de clasificación de
la psicopatología.
Sin
embargo, en contraste con la inmediatez con que se realiza la distinción entre
lo “normal” y lo “patológico” en el ámbito de funcionamiento de órganos y
aparatos característico del modelo médico, en cuestión de comportamiento
humano es difícil hacer la distinción por los llamados procesos de percepción y
atribución social: un mismo fenómeno humano puede ser interpretado de varias
maneras diferentes.
LO
NORMAL Y LO PATOLÓGICO SEGÚN CONSTRUCTIVISMO.
De
acuerdo con la visión constructivista, no existe una definición unívoca de
salud y enfermedad. El terapeuta constructivista está consciente de dos
fenómenos que pueden limitar el proceso terapéutico: la creación o
construcción del caso (clasificación de fenómenos de comportamiento
humano que construyen dichos fenómenos también donde no estén presentes en un
inicio) y las profecías que se autorrealizan (predicción que,
una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad).
De
esta forma se entiende que “Salud” y “patología” son etiquetas, que cambian
según el momento de la observación y dependiendo de quién sea el observador.
¿Qué
es lo patológico, entonces? Según Nardone (2007), en general, es aquello que
determina sufrimiento en el paciente y/o en su red relacional. Tal sufrimiento
se configura como la imposibilidad de acceder a comportamientos deseados: la
persona no dispone de los recursos que forman parte del repertorio de
comportamientos típicos de la especie humana.
Los
“recursos” son las capacidades que permiten llevar una vida satisfactoria,
garantizan un equilibrio entre los deseos y la necesidad de acuerdo con los
demás y están presentes en las diferentes etapas vitales, pues facilitan el
afrontamiento de las tareas de desarrollo.
Cuando
la persona no es capaz de acceder a los recursos naturales incluidos en su
repertorio de posibilidades “humanas” sufre una condición de enfermedad
(trastorno, síntoma) derivada de la reducción numérica de las posibilidades de
elección. Desde esta visión, el objetivo de la terapia es hacer posible que la
persona pueda acceder a los recursos que existen dentro de ella.
Para
explicar cómo se produce la situación en la cual la persona no consigue tener
acceso a sus propios recursos, Nardone, adopta la óptica de la cibernética
según la cual, en cada sistema complejo de interacciones, el elemento más débil
es el que dispone de un menor número de configuraciones (respuestas):
constituyen sectores de “debilidad” aquellos niveles de comportamiento en los
cuales hay escasez de diferenciación de respuestas, estereotipos, rigidez y
repetición. De tal forma, en la práctica un sistema se vuelve rígido por los
intentos de solución fallidos que ha aplicado al problema.
La
función del terapeuta no es añadir nuevos datos al sistema sino modificar la
manera con la que este actúa, enseñando solamente a activar las armas ya
presentes, aunque disfuncionales, para transformarlas en armas funcionales.
Fuente:
Nardone, G. y Rampin M., La
mente contra la naturaleza. Integral, Barcelona, 2007.
Rodriguez, A. y Beyebach, M.,
La terapia sistémica como marco para generar nuevos relatos en las familias. En
Borobio, D. (coord.), Familia en un mundo cambiante. Publicaciones de la
Universidad Pontificia de Salamanca.
Watzlawick, P., Es real la
realidad. Herder, Barcelona, 1979.
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